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sábado, 4 de junio de 2011

Reporte de E-lectura

Mark Twain comentó en cierta historia acerca del montón de libros en el buró junto a la cama "como tienen por costumbre los solteros".
Un E-reader es del tamaño de un libro pequeño pero puede contener libros en archivo electrónico como para entretener durante semanas al soltero más insomne. Desde hace unos meses, yo tengo un SONY del modelo más sencillo (quiero decir, más barato).

Lo más  novedoso es la pantalla de "papel electrónico". No se ilumina como las pantallas de computadoras o teléfonos. Para leer se requiere buena luz, como cualquier libro de papel. Uno tiene que acostumbrarse a la lentitud del "papel electrónico" que no responde inmediatamente y puede tardar un par de segundos, una eternidad, en cambiar de página. A cambio de esta lentitud, la pila puede durarle  más de un mes.

Mi e-reader no está bien diseñado; tiene un total de 19 botones y no es fácil navegar; no es intuitivo y no siempre se sabe cómo llegar a donde uno quiere leer.


Al principio me decepcionó un poco porque parecía que si quería aprovechar su potencial tendría que comprar  e-books, novelitas, recetarios, manuales de autoayuda, y cosas así de dudoso interés; a precios entre cinco y diez dólares. Lo utilizaba para leer algunos artículos que bajaba de internet pero debía cambiarles el formato para guardarlos en el e-reader. No tenía mucho caso tener el e-reader si yo tenía que preparar mis propios documentos para leerlos luego. En teoría se puede leer archivos pdf, pero si el documento no está pensado para leerse en la pequeña pantalla del e-reader, no vale la pena. Mi montón de libros en el buró no disminuía.

Hasta que descubrí un software estupendo, gratuito, que se llama 'Calibre'; hecho especialmente para manejar bibliotecas en la computadora y en el e-reader. Calibre puede acceder a más de 800 revistas, periódicos, y fuentes de noticias y ponerlas en el e-reader con índices y links que facilitan la navegación. Una vez a la semana yo descargo El país semanal, Newsweek, National Geographic, New Scientist y alguna otra publicación que se me antoja en ese momento.

El e-reader se convirtió así en una fuente innagotable de lecturas interesantes. El montón de libros desapareció.

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